miércoles, 25 de septiembre de 2013

Clasifican los olores en diez categorías básicas


Fragancia floral, mentolado, dulce, descompuesto y rancio son algunas de ellas

Científicos estadounidenses han definido estadísticamente diez categorías básicas de los olores, a imagen de las clasificaciones de la vista (colores) y del gusto (cinco sabores básicos). Se trata de fragancia floral; fragancia leñosa o resinosa; frutal no cítrico; olor químico; mentolado o refrescante; dulce; quemado o ahumado; cítricos; y dos tipos de hedores nauseabundos: descompuesto y rancio. Sin embargo, los científicos son cautelosos y no consideran que la clasificación sea definitiva.

Imagen: rippe. Fuente: StochXchng.

Los científicos han clasificado los olores en categorías, a imagen de los colores y los sabores. 

Sentidos como el gusto o la vista tienen establecida una escala sistemática multidimensional que ayuda comprender la percepción. Y ahora también el olfato. 

Científicos estadounidenses han concretado unas diez categorías mínimas en las que se pueden describir los olores gracias a la simplificación de un modelo estadístico, según publica esta semana la revista Plos One. 

Los investigadores sostienen que el mundo de los olores está estructurado y organizado en unas pocas categorías que han identificado utilizando un conjunto de algoritmos estadísticos. 

El estudio, realizado sobre una base de datos con 146 descriptores olfativos, clasifica el espacio de percepciones olfativas en al menos diez dimensiones básicas, diferenciadas en fragancia floral, leñosa o resinosa, frutal no cítrico, olor químico, mentolado o refrescante, dulce, quemado o ahumado, cítricos, y dos tipos de hedores nauseabundos: descompuesto y rancio. 

"Las categorías son aproximadas. Lo importante es la magnitud y que las cualidades de cada olor son independientes", explica a SINC Jason Castro, investigador de la Universidad de Bates (Maine, EE.UU.) y uno de los autores del estudio. 

Manuel Zarzo, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia que también analizó esa misma base de datos en el año 2005, considera que el estudio elaborado por Castro y sus colegas es muy exhaustivo aunque con algunas puntualizaciones. "Las técnicas estadísticas utilizadas y la metodología son muy completas, aunque las dimensiones que establecen son bastante generales y algunas se podrían subdividir". 

Un decálogo olfativo 

Para el profesor de la UPV, el rango más coherente para constituir las categorías se situaría entre 10 y 30 dimensiones. 

"Somos cautelosos respecto a nuestra investigación. No estamos diciendo que hayamos resuelto las categorías del olfato, más bien que hemos establecido un modelo interesante capaz de establecer las cualidades olfativas", comenta Jason Castro. 

Según los autores del estudio, hasta la fecha, el sentido del olfato no disponía de un sistema estadístico tan completo que facilitara su comprensión, a diferencia de otros como el gusto o el oído. "Sabemos que en el gusto existen cinco cualidades básicas que organizan las sensaciones percibidas, pero enumerar los tipos de olor era una pregunta abierta", dice Castro. 

El estudio ha descrito un conjunto de categorías olfativas que se identifican de una manera estadísticamente rigurosa, sin hacer suposiciones. "Hemos utilizado técnicas estadísticas y matemáticas para ver cómo podemos organizar los datos y los olores", recalca el autor del estudio. 

Los científicos utilizaron estos modelos sobre la base de datos pública Atlas of odor character profiles, publicada por Andrew Dravniek en 1985, que consta de 146 descriptores olfativos y 160 muestras. 

Además, han aplicado un modelo de estructuras químicas para predecir qué tipo de olor va a tener un compuesto en función de su estructura molecular. “Es un reto para la ciencia actual, ya que nadie lo ha conseguido todavía”, señala el profesor Manuel Zarzo. En esta novedad pueden estar muy interesadas empresas de cosmética, perfumería y alimentación, entre otras.

Referencia bibliografica: 

Jason B. Castro, Arvind Ramanathan, Chakra S. Chennubhotla. Categorical Dimensions of Human Odor Descriptor Space Revealed by Non-Negative Matrix Factorization. PLoS ONE (2013). DOI: 10.1371/journal.pone.0073289.

FUENTE: www.tendencias21.com

domingo, 30 de junio de 2013

La imaginación cambia nuestra percepción del mundo muchísimo más de lo que se pensaba!


Una serie de experimentos revela que puede modificar en gran medida lo que vemos y oímos

Lo que imaginamos que estamos oyendo o viendo puede cambiar realmente lo que percibimos, ha revelado una serie de experimentos sobre percepción e imaginación realizados en el Karolinska Institutet de Suecia. Los resultados pueden ser útiles para comprender los mecanismos que hacen que el cerebro no distinga entre pensamiento y realidad, como les sucede a los enfermos de esquizofrenia.




Un estudio del Karolinska Institutet de Suecia ha demostrado que nuestra imaginación puede afectar la manera en que experimentamos el mundo más de lo que hasta ahora se creía: aquello que imaginamos que estamos oyendo o viendo puede cambiar realmente lo que percibimos, revela la investigación. 

Por otro lado, los resultados obtenidos arrojan además nueva luz sobre una cuestión clásica de la psicología y de las neurociencias: cómo combina el cerebro la información que le llega de los diferentes sentidos. La revista Current Biology detalla los hallazgos realizados. 

"A menudo pensamos en las cosas que imaginamos y las cosas que percibimos son claramente disociables," explica Christopher Berger, estudiante de doctorado del Departamento de Neurociencias y co-autor del estudio en un comunicado del Karolinska Institutet. 

"Sin embargo, esta investigación ha demostrado que la imaginación de un sonido o de una forma cambia la manera en que percibimos el mundo que nos rodea, de la misma manera que lo hace escuchar realmente ese sonido o ver esa forma. En concreto, descubrimos que lo que imaginamos oír puede cambiar lo que vemos realmente, y que lo que vemos con la imaginación puede cambiar lo que realmente escuchamos", continúa Berger.

El estudio consistió en una serie de experimentos en los que se usaron ilusiones que hacían que la información procedente de un sentido cambiase o distorsionase la percepción procedente de otro sentido. En los experimentos participaron un total de noventa y seis voluntarios sanos. 

En el primero de ellos, los participantes experimentaron la ilusión de que dos objetos que en realidad pasaban uno junto al otro, chocaban, cuando al mismo tiempo que dichos objetos se cruzaron los voluntarios imaginaron un sonido. 

En un segundo experimento, la percepción espacial de un sonido fue trasladada por los participantes hacia una localización en las que se les pidió que imaginaran que aparecía brevemente un círculo blanco. 

En un tercer experimento, los voluntarios imaginaron un sonido particular mientras una persona hablaba, lo que modificó la percepción que tuvieron del discurso del otro. 

Comprender cómo procesa el cerebro diversas informaciones 

Según los investigadores, estos resultados pueden ser útiles para la comprensión de los mecanismos que hacen que el cerebro no distinga entre pensamiento y realidad, en ciertos trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia. 

Otro ámbito de aplicación de los hallazgos podría ser la investigación en interfaces cerebro-ordenador, en las que se aspira que personas paralizadas puedan utilizar su imaginación para controlar dispositivos virtuales y artificiales. 

"Esta es una primera serie de experimentos con los que se pretende aclarar definitivamente si las señales sensoriales generadas por la imaginación son lo suficientemente fuertes como para cambiar nuestra percepción del mundo real", explica Henrik Ehrsson, investigador principal del estudio.

Referencia bibliográfica: 

Christopher C. Berger, H. Henrik Ehrsson. Mental Imagery Changes Multisensory Perception. Current Biology (2013). DOI: 10.1016/j.cub.2013.06.012

FUENTE: www.tendencias21.net

domingo, 26 de mayo de 2013

El cerebro adulto puede ser entrenado como un músculo para tener compasión con el prójimo


Un estudio revela que este sentimiento humano es como un “músculo” que puede fortalecerse

Un estudio realizado por científicos estadounidenses ha revelado que los adultos pueden ser entrenados para ser más compasivos, del mismo modo que se entrenan para desarrollar habilidades físicas o académicas. En la investigación se pidió a un grupo de voluntarios que practicaran durante 30 días una técnica de meditación budista conocida como “meditación compasiva”. Tras este periodo de tiempo, se constató que las personas se habían vuelto más altruistas y que, además, sus cerebros habían sufrido cambios en regiones vinculadas con la empatía, la regulación de las emociones y las emociones positivas. Por Yaiza Martínez.





Hasta ahora, se sabía muy poco sobre el potencial humano para cultivar la compasión, que por definición es un sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser , y que despierta el deseo de aliviar o reducir el sufrimiento ajeno.

Un nuevo estudio realizado por investigadores del Center for Investigating Healthy Minds de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, ha demostrado ahora que los adultos pueden ser entrenados para ser más compasivos. La investigación, publicada por la revista Psychological Science, de la Association for Psychological Science (APS), analizó si dicho entrenamiento podía provocar una conducta más altruista y cambios en los sistemas neuronales subyacentes a la compasión.

"Nuestras preguntas fundamentales fueron: '¿Puede la compasión ser aprendida por los adultos? ¿Podemos ser más solidarios si practicamos esa forma de pensar? ' ", explica la psicóloga Helen Weng, autora principal del estudio, en un comunicado de la APS. "Las evidencias obtenidas señalan que sí”, añade la investigadora.

Aplicar la ‘meditación compasiva’ 

En la investigación, los científicos entrenaron a un grupo de jóvenes adultos en un tipo de meditación denominada “meditación compasiva” o Tonglen, que es una técnica budista que consiste en visualizar el sufrimiento de otros e interiorizarlo con la respiración, para luego realizar una exhalación visualizando que se proporciona bienestar a los seres vivientes.

En este caso, los participantes imaginaron un momento en que el que alguien hubiese sufrido y desearon que ese sufrimiento fuese eliminado. Los voluntarios repitieron al mismo tiempo frases que les ayudaron a centrarse en la compasión como: "Libérate del sufrimiento. Puedes obtener alegría y alivio".

Esta práctica fue realizada con diferentes categorías de personas, primero con un ser querido por el que era fácil sentir compasión, como un amigo o un familiar. Después, los voluntarios repitieron el entrenamiento, practicando la compasión con ellos mismos y con un extraño. Por último, ejercitaron su compasión hacia alguien con quien estuvieran en conflicto, una "persona difícil", como un compañero de trabajo o de piso.

Weng asegura que este enfoque sistemático sirvió para que los participantes elaboraran su compasión, que la desarrollaran como un “músculo", con el que responder mejor a los sufrimientos de los demás con atención y deseo de ayudar.

Los resultados obtenidos con este grupo de personas fueron comparados con los de otro grupo control que fue entrenado en revaluación cognitiva, una técnica que permite aprender a replantearse los propios pensamientos para que éstos sean menos negativos.

En ambos entrenamientos, los participantes siguieron instrucciones de audio a través de Internet 30 minutos al día, durante un periodo de tiempo de dos semanas. "Queríamos averiguar si la gente puede empezar a cambiar sus hábitos emocionales en un período de tiempo relativamente corto ", explica Weng.

La prueba de que la compasión puede ser entrenada consistió en comprobar que el altruismo aumentaba en los individuos sometidos al estudio, e incluso si éstos estaban dispuestos a ayudar a personas desconocidas.

Para conocer los resultados de los ejercicios, se pidió a los participantes que jugaran a un juego en el que se les daba la oportunidad de gastar su propio dinero para ayudar a personas necesitadas. Los voluntarios jugaron a través de Internet con dos jugadores anónimos, un "dictador" y una "víctima".

En el transcurso de la partida observaron cómo el “dictador” compartía una cantidad injusta de dinero (sólo uno de cada 10 dólares) con la “víctima”, y debieron decidir qué cantidad de su propio dinero (en total tenían cinco dólares) querían invertir en la “víctima”, con el fin de redistribuir los fondos del “dictador” y acabar con la desigualdad entre éste y el otro jugador anónimo.

Según Weng, los resultados demostraron que "las personas entrenadas para la compasión fueron más propensas a gastar su propio dinero, de manera altruista, para ayudar a alguien injustamente tratado, en comparación con los voluntarios entrenados en revaluación cognitiva”.

Neurología subyacente a la compasión 

Por otra parte, los científicos quisieron analizar los cambios cerebrales ocurridos en las personas que se mostraron más generosas en el juego. Para ello, midieron
sus respuestas neuronales con la técnica de exploración de resonancia magnética funcional (fMRI)‎, antes y después del entrenamiento en la compasión. Esta técnica permite mostrar en imágenes las regiones cerebrales que ejecutan una tarea determinada.

De esta forma, se comprobó que la intensidad de la actividad cerebral había cambiado desde el principio hasta el final del entrenamiento en compasión, y que las personas más altruistas tras practicar la meditación compasiva fueron aquéllas que presentaron la mayor cantidad de estos cambios neuronales, frente a imágenes que reflejaban el sufrimiento humano.

En concreto, la actividad cerebral de estos individuos sufrió un incremento en la corteza parietal inferior, una región que se sabe está implicada en la empatía y en la comprensión de los demás. El entrenamiento en la compasión también aumentó la actividad neuronal en la corteza prefrontal dorsolateral y en la medida en que esta área se comunica con el núcleo accumbens. Estas regiones del cerebro están vinculadas a la regulación de las emociones y a las emociones positivas.

Los resultados obtenidos sugieren que la compasión, al igual que cualquier habilidad física o académica, no es algo estable sino que se puede mejorar con entrenamiento y práctica. Además señalan la importancia de formar en compasión y bondad en las escuelas, para ayudar a los niños a estar en sintonía con sus propias emociones y las de los demás, señalan los científicos. Asimismo, éstos creen que el entrenamiento en la compasión podría servir para tratar problemas sociales, como la ansiedad social o el comportamiento antisocial.

La flexibilidad del sentimiento compasivo 

La flexibilidad del sentimiento compasivo había quedado ya reflejada en dos estudios previos, cuyos resultados revelaron que la situación social –en este caso, el hecho de pertenecer a clases sociales más bajas o más altas - influyen en el grado de compasión de las personas.

Una de estas investigaciones fue la realizada en 2012 por científicos de la Universidad de California en Berkeley (UC Berkeley), Estados Unidos, con 300 personas.

En ella se constató que los individuos que pertenecen a clases socioeconómicas más bajas sintonizan más con el sufrimiento ajeno, incluso a nivel fisiológico, y expresan mayor compasión hacia los demás que los individuos pudientes. En 2010, otro estudio arrojó resultados similares.

Sobre la posibilidad de modificar nuestro grado de compasión practicando la meditación compasiva, uno de los principales investigadores actuales de la compasión desde la óptica científica, David DeSteno, de la Universidad Northeastern de Estados Unidos, ha explicado que esta técnica resultaría eficiente para aumentar la compasión porque “cuanto más dispuesta esté la mente a darse cuenta automáticamente de que todos los seres son iguales, más propensa será a sentir compasión del mismo modo hacia todos los que sufren”.

Por otro lado, DeSteno señala que la compasión también varía según el objeto de ésta, y que esta flexibilidad tiene una causa biológica: “Sentir compasión normalmente hace que actuemos para ayudar a otras personas, a menudo a costa de nosotros mismos. Si cualquier individuo se siente movido a la compasión a cada momento, esto podría paralizarlo. Esa persona experimentaría un pesar constante y utilizaría todos sus recursos en ayudar a los demás. Esta actitud, aunque pueda parecer un noble objetivo, en términos de lógica evolutiva sería una abominación”, afirma.

Por esa razón, nuestra mente intuitiva nos hace sentir más compasión por aquellos con los que compartimos alguna afiliación, como la familia o las personas con las que compartimos determinadas identidades grupales.

Fuente: www.tendencias21.net

Referencia bibliográfica:

H. Y. Weng, A. S. Fox, A. J. Shackman, D. E. Stodola, J. Z. K. Caldwell, M. C. Olson, G. M. Rogers, R. J. Davidson. Compassion Training Alters Altruism and Neural Responses to Suffering. Psychological Science (2013). DOI: 10.1177/0956797612469537.